La correa del ‘perro’

Crazy Mind

 

 

 

La correa del ‘perro’
Viperino
El ejercicio de la responsabilidad no es baladí. Todos sabemos lo que significa. Lo que pasa, es que las buenas intenciones no son lo mismo que las acciones
Correa perro

Cada vez que se avistan mejoras en los datos de la pandemia, cada vez que contemplamos la posibilidad de salir del mundo de las regulaciones por el Covid, nos quedamos en evidencia. Se nos dice que ahora somos responsables de nuestras propias acciones. Que ahora nuestros movimientos ya no van a estar sujetos a la legislación del Gobierno de turno. ¿Y qué es lo que pasa? El desastre.

Unos pecan de exceso de optimismo. Otros de exceso de irresponsabilidad. Otros de falta de sentido común y de prudencia… hay para todos los gustos. El caso, es que lo seguimos haciendo muy mal.

Poner el énfasis en la responsabilidad individual de cada, no funciona. Dejar que nuestro comportamiento esté moderado por nuestras propias nociones del sentido común, la resposabilidad y la sensatez, no funciona muy bien. El problema radica, principalmente, en el EGOÍSMO. Muchas personas se sienten atacadas, vulnerables o reprimidas, pero ¿qué culpa tiene el resto de la sociedad?

Cuando hablamos de repercusiones sociales, la individualidad debe pasar a un segundo plano. Nadie, la quiere hacer desaparecer. Simplemente, hay que darle un asiento en la segunda fila, en la película de la vida, durante un tiempo.

¿Cómo podemos garantizar que se respete la libertad de todos?

Sencillo. Siendo responsables de nuestras propias acciones. Es curioso y llamativo, ver cómo algunas personas culpan a los demás de su absoluta irreponsabilidad. Somos muy dados a buscar culpables cuando cometemos alguna imprudencia o error. Es mejor echar la culpa a un tercero que analizar nuestro propio comportamiento.

¿Necesitamos la tutela de ‘alguien’? Parece ser que sí. Que no sabemos comportarnos cuando nos dejan en nuestras manos la ‘correa’ de nuestra libertad. Todos nos echamos la culpa unos a otros. Los jóvenes a los mayores; los mayores a los jóvenes; los casados a los solteros; los altos a los bajos; los gordos a los flacos; el del bar al que hace conciertos; un partido político al de otra ideología; un vecino a otro… un cachondeo.

Por eso, cuando nos sueltan la ‘correa’ salimos desbocados corriendo, ladrando, atropellando… cual perrito mal educado. ¿Seguimos necesitando que nos tengan ‘atados’? La respuesta es, sí. Seguimos necesitando, ‘la correa del perro’ tirando de nuestras vidas. Al menos, durante un tiempo.

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