Hace mucho tiempo que llevo escuchando cómo nos justificamos amparándonos en el mal ejemplo ajeno. Vemos que un político o el famoso de turno se salta las normas. Acuden a fiestas privadas o se les fotografía sin mascarilla en espacios públicos. Mal, muy mal. Pero estos hechos no pueden servirnos de excusa para justificar el tener un comportamiento igual de malo o peor.
Casi todo el mundo conoce el dicho: «No hay mejor maestro que Fray Ejemplo». Está demostrado que dar un buen ejemplo es una de las formas más didácticas de enseñar -y de ser coherentes con lo que se dice-. Ahora bien, también hay que aplicar en muchas ocasiones el dicho: «hacer lo que yo os digo, no lo que yo hago«. Los médicos nos dicen lo malas que son ciertas cosas o algunos hábitos: fumar, tener sobrepeso, beber alcohol en exceso, ser sedentarios… pero eso no quiere decir que algunos de ellos no lo hagan. ¿Entonces? ¿Justificamos que bebemos y fumamos porque nuestro médico lo hace? Eso nos seguirá haciendo el mismo daño a nuestra salud. Justificar un comportamiento de este tipo es cerrar los ojos a lo evidente: que somos más tontos que el que fue a vendimiar y llevaba uvas de postre.
Con la Covid19, nos pasa lo mismo. Hacer caso omiso a las recomendaciones, cuando no prohibiciones, apelando a que otras personas lo hacen mal, es de tontos. Mejor dicho, de idiotas. Pero por qué no darle un nombre: COVIDIOTAS.
Vivimos en un país en el que solo hacen las cosas mal los de enfrente. Calles abarrotadas de gente y salen los ‘listos’ de turno en la televisión, preguntados por el reportero de un informativo, quejándose de la irresponsabilidad de la gente cuando son ellos mismos parte del ‘problema’. ¿Es que yo puedo, pero el resto no?
Me temo que muchas personas no están dispuestas a ‘sacrificar’ la Navidad, ni por ellos, ni por los demás. Una gran muestra de solidaridad, prudencia y sentimo común. ¿Resultado? Lo veremos en enero. Curiosamente, puede que se quejen más, como suele ocurrir, los que menos han hecho por evitar esa situación. Amén, por desgracia, de los que se arrepentirán, tarde, de las consecuencias de su irresponsabilidad. Familiares, amigos o allegados, enfermos o muertos. El egoísmo de unos que puede matar a otros.
Queridos COVIDIOTAS. A todos nos gustaría estar con nuestra familia, amigos o allegados. No solo estar con ellos, nos gustaría poder besarles y abrazarles -con un gran abrazo de más de un minuto, como dice Elsa Punset-. No creo que haya nada más terapéutico y reconfortante que ese contacto humano. Pero… estamos en un momento único en la historia en el que no podemos ni debemos hacerlo. Ni tú, ni yo, somos más que los demás. No somos únicos. Pensar, ¡bah¡ por un abrazo o un beso. Si ese mismo pensamiento y ese mismo gesto lo hacen miles, cientos de miles, millones de personas… no habrá una tercera ola en enero, habrá un tsunami muy difícil de controlar. Luego muchos aplausos, muchos homenajes y muchas tonterías.
No quiero despedirme sin escribiros una de mis frases favoritas: «más vale un gramo de acción, que un kilo de intención». Los gestos son muy bonitos, quedan muy bien de cara a la galería. Pero lo que cuenta y lo que valen son los hechos. Felices Fiestas a todos, incluidos a los COVIDIOTAS.